La desinhibición que produce el alcohol facilita que el sujeto se implique en conductas de riesgo por la falsa sensación de seguridad que se experimenta tras el consumo, pudiendo favorecer la ocurrencia de accidentes de tráfico o la práctica de conductas sexuales de riesgo. A largo plazo se puede producir dependencia del alcohol y padecer entonces alcoholismo, lo que conlleva problemas de salud física (cirrosis hepática, gastritis, etc.), y salud mental (agresividad, depresión, deterioro cognitivo, etc.). También puede generar conflictos familiares y sociales por las interferencias que produce el alcoholismo en todas las áreas de funcionamiento del individuo (laboral, económico, académico, etc.). El tratamiento psicológico es eficaz en la prevención del alcoholismo y también tras la deshabituación de los pacientes alcohólicos para restablecerse tras recaídas en el consumo, así como para prevenir posibles nuevas recaídas.