Las fuentes de conflicto habituales suelen ser:
- la toma de decisiones en aspectos económicos.
- la educación de los hijos.
- las relaciones sociales, principalmente con la familia política o con la elección de amigos.
Cuando la forma de abordar estos conflictos entre los miembros de la pareja es mediante una comunicación negativa, se suelen provocar problemas conyugales que precisan ayuda profesional. La pareja descubre que las discusiones entre ellos no aportan soluciones, y al final pueden optar por evitar la discusión para no sufrir más (incomunicación).
La comunicación negativa suele ser reciproca y está llena de críticas, desprecio, ponerse a la defensiva y no escuchar al otro. Al final, lo que se obtiene es un distanciamiento creciente del cónyuge, que nos hace pensar en la disyuntiva de trabajar de forma útil con ayuda profesional para recuperar la relación, o separarse como solución, con las implicaciones que pueda tener para los hijos, economía, familia de origen, etc.